domingo, 28 de septiembre de 2008

lunes, 22 de septiembre de 2008

¡Escriban bien!

Una de las maldiciones de este mundo globalizado, dominado por las redes sociales, web cams y blackberries, es la nueva forma de escribir y transmitir información con la menor cantidad de caracteres posibles. Esta suerte de nueva institución del idioma, crece y se expande al momento que tipeo estas líneas, en todo el mundo. Para mí es simplemente una plaga que parece indetenible, una plaga que parece infectar a más y más gente cada día.

Lo peor es que ahora esta nueva forma de escribir empieza a ser utilizada por la gente de manera regular. Es decir, no sólo para escribir mensajes de texto, sino también para escribir correos electrónicos y de ahí en adelante, cualquier cosa. O sea, que la causa que originó el mal ya no es la única responsable por su existencia. He aquí algunos ejemplos:

“Ymam”. “Llámame”
“Yo tb”. “Yo también”
“Wenas”. “Buenas”
“N c q acer”. “No sé qué hacer” (Maldición...)
“Dnd tan to2”. “¿Dónde están todos?”
“Zzz”. “Tengo sueño”

You’ve got to be kidding me! ¡Escriban bien, demonios! ¡Dejen la flojera! ¡Escriban bien!

PS: en un capítulo de Sex and the City, Carrie está en shock al saber que Big se ha casado con Natasha, una muy simple, desabrida, pero hermosa niña de 26 años. Lo único que pudo sacar a Carrie de su depresión y de su constante interrogante: “¿por qué ella y no yo?”, fue el recibir una nota escrita por Natasha que decía: “ Sorry I couldn´t be their”. Hoy supe lo que se siente recibir ese pequeño e inofensivo placer.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Todavía pasa

Hoy estaba montada en el autobus de la universidad que me llevaría de regreso a New Montgomery. Eran las 6:30 de la tarde, hacía frío, y estaba algo cansada luego de haber finalizado mi clase de Cinematografía 2. Me subí al bus que estaba reventado de gente, y en ese momento ocurrió algo que yo pensaba ya no pasaba: me ofrecieron un puesto. Un muchacho de 28 años, que vendría quizás igual de cansado que yo, me ofreció su puesto. Yo le pregunté: “estás seguro?”, y él me dijo: “absolutamente”. Wow...yo creía que esas cosas ya no pasaban. Además de mi novio, que siempre me abre las puertas, me da el mejor puesto y no deja que cargue nada pesado, tenía muchísimo sin que nadie me hiciera un ofrecimiento semejante.

Luego nos pusimos a hablar un poco y conocí algunas cosas de él. Se llama Mark, es de Chicago, está en su tercer semestre y quiere invitar a salir a Katheline, una muchacha de 27 años que está en su clase. Yo me atreví a darle un consejo, le dije: “Mark, just forget about teddy bears, chocolate and expensive dinners, offer her a seat, just keep being a gentleman and you’ll get it. That is romance”.

Todavía pasa. What do you know?

lunes, 8 de septiembre de 2008

Un largo regreso...a casa?


Nunca me he podido quedar dormida en los aviones, imposible. Admiro a la gente, como el señor que iba a mi lado ayer, que se durmió las cuatro horas que duró mi primer avión. Me imagino que estaba agotado, ese senor debe tener muchas cosas que atender en su cabeza, y una de ellas fue cuadrar con su asesor en seguridad personal, la asignación de un guardaespaldas para su hija, que tiene miedo y está ya cansada, "porque ella sospecha lo mismo que yo", decía el senor. ¿Quién sería ese señor?

Yo estaba sentada en el pasillo del avión, haciendo como que no escuchaba nada de lo que él decia. En realidad mi mente estaba en otra parte. En lo que despegamos, el señor se desconectó del mundo y se durmió. No comió, no fue al baño, no llenó la planilla de inmigración; ya en la tercera hora de vuelo, estaba roncando.

Después de cuatro horas, aterrizamos en Atlanta, en donde tuve que esperar otras casi cuatro horas para tomar mi segundo avión. Recuerdo que en un momento tuve que ponerme mis lentes de sol porque la gente se me quedaba viendo, no entendían porqué una muchacha en jeans y chaqueta, lloraba. A mi las despedidas nunca me han gustado, parece que a medida que menos las quiero, ellas se hacen más presentes en mi vida.

Entonces traté de verme, como me veían esas personas, y ante mi deplorable estado físico y emocional, dije: “al demonio, voy a comer lo que más se me antoje”. Para colmo se me rompió el tacón de mi zapato derecho, entonces toda mi humanidad iba acompañada de un desacompasado movimiento corporal. “Greasy chinese would do it”, pensé, así que fui y compré un combo de algún pollo dulce y fideos chinos.

El tiempo pasaba en Georgia y yo sólo pensaba que quería tomar un avión de regreso, pero eso no era posible, así que seguí mandando todo al demonio. “Screw it; I want sugar and stupid-useless-pointless celebrity gossip”. Caminé hasta una tienda y me compré un chocolate, una bolsa de caramelos y cualquier revista de chismes con Angelina o Britney en la cubierta. Necesitaba desperdiciar minutos en un poco de superficialidad y temas de cero relevancia. “Lindsay Lohan se cortó el pelo. Paris se compró una cartera”. Ese tipo de cosas.

Después de haberme levantado a las cuatro de la mañana y de haber estado viajando por 18 horas, tomé un taxi y en diez minutos llegué a mi apartamento, que estaba intacto, como si el tiempo no hubiera pasado, como si nada hubiera pasado.

Como si nada hubiera pasado...