Clara y Juan ya han tomado mucho café juntos. Sus sábanas ya están viejas. Sus días son todos predecibles.
Una mañana de un día lluvioso, Clara y Juan entran al vagón en donde me encuentro. Se sientan e inician un callado recorrido. Clara está cansada. Los círculos negros alrededor de sus ojos y su mirada escurridiza me lo gritan. Su cabello rojo intenso, reseco y maltratado por el tinte cae sobre sus labios carcomidos por los años. Clara se recuesta sobre la ventana. Su mirada se pierde en el horizonte. Su mente abandona el bagón.
Juan tiene el ceño fruncido. Las arrugas en su piel parecen cortadas que le llegan más profundo de lo que puedo ver. Sus ojos apuntan al suelo y sus brazos cruzados me hacen pensar que no le importa nada de lo que pasa a su alrededor.
Clara y Juan están sentados uno al lado del otro, pero parece que en medio de ellos hay una pared de concreto que los acompaña noche y día. No se hablan. No tienen nada que decirse.
El tren sigue avanzando y Clara recuerda la primera vez que Juan le fue infiel. Eran muy jóvenes. Tan sólo tenían 5 años de casados. Ella lo sabía, pero su miedo era más grande que las ganas de estrellarse contra el suelo. Clara pensó que no volvería a ocurrir. Que pasaría. Qué equivocada estaba.
Lo supo de nuevo a los 8 años de casados, luego a los 11, y a los 14 y a los 20... Los actos de infidelidad de Juan crecían a la par de la cobardía de Clara. Ella nunca tuvo el coraje de enfrentar a su marido y hoy se arrepiente. Se arrepiente de haberlo dejado pasar, se arrepiente de haber pensado que con cerrar los ojos desaparecería, se arrepiente de no haberse valorado lo suficiente, se arrepiente de haber pretendido que no pasaba nada, se arrepiente de haber dejado que la pisotearan, y sobre todo, se arrepiente de estar montada en un tren hacia San Francisco con sus manos arrugadas, la mirada perdida y el peso de la culpa que la consume.
jueves, 5 de febrero de 2009
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4 comentarios:
Qué espectacular escribes, muchachita. Me tienes en un estado de total adicción. Le imprimes una magia muy especial a tus letras. No dejes de escribir. Me gusta el mundo de Tany. Me he vuelto adicto al mundo de Tany. Muy adicto...
Estabas perdida Tanyluz Sciortino, muy perdida de mí. Pero tú sabes cómo soy yo. Siento que leerte es verte, es escucharte. Siempre logras cautivarme con tus historias, eso me encanta. Tu talento se extiende a muchas áreas. Tengo algunas ideas, vamos a hablar.
Qué me dices?
Un abrazo, preciosa.
Fran,
Te tengo una pregunta: quién estaba perdido de quién? Piensa en eso ;)
Gracias por eso que me dices, viniendo de ti es un gran honor.
Por supuesto que me interesa hablar contigo. Escríbeme un mail y cuéntamelo todo.
Besos.
Que difícil…como hay quienes si tienen el valor y otros no...Como hay quienes prefieren lo fácil pero incorrecto…a lo difícil pero justo...Me encanta tu manera de decir las cosas Tany…y tu forma de ser justa y correcta…que sigan las historias en el tren...que no cesen tus historias en San Francisco...Besos!
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