El año está por acabarse y yo ni me he enterado de que hace pocos días fue navidad. Tengo 27 años y mi vida se pica en dos a partir de este momento. El fin de año me ha traído algo que yo no quería, algo que yo no pedí, algo que no le deseo a ningún ser humano sobre la faz de la Tierra.
Largos silencios interrumpen el sonido de las teclas de la computadora. Yo, con un universo de sensaciones y emociones por dentro, sólo atino a desear y esperar lo mejor para el mundo, a mi familia entera, a mi novio y a su familia, a mis amigos y a sus familias, a todas las personas que conozco y a quienes no también.
Hoy más que nunca recuerdo esa famosa cita que dice: "Lo esencial es invisible a los ojos".
Gracias a Dios que yo he sido capaz de dar gracias por todas sus bendiciones. Ahora le pido fuerza para seguir.
martes, 30 de diciembre de 2008
viernes, 12 de diciembre de 2008
“Te amo con todas tus particularidades”
Tengo un pésimo sentido de la orientación. Cada vez que entro a una tienda, salgo en la dirección equivocada. Siempre. Entonces pienso: “bueno, como siempre salgo hacia el lado que creo es el correcto, que termina siendo el incorrecto, entonces voy a salir hacia el lado contrario del que creo es el correcto”. Nada. No sirve. No importa lo que haga y las formas que emplee para engañarme a mí misma, siempre me equivocaré de sentido.
Soy un desastre con mi blackberry. Lo he tirado al piso desde alturas bastante respetables. Lo he perdido decenas de veces. He perdido su forro protector y por ende también se ensucia. Siempre está tirado en algún lugar de mi cartera...o de mi casa. Frecuentemente tengo que llamarme desde otro teléfono para que repique y así poder encontrarlo guiada por mi oido. Recuerdo una vez que perdí el celular y no tenía teléfono fijo para llamarme, así que hice que mi mamá me llamara al celular desde Venezuela como tres veces para poder encontrarlo.
Soy aún peor con las llaves. Llaves de lo que sea: del carro, la casa...bueno, eso, del carro y la casa. Se me pierden, las confundo. A la hora de montarme en el carro paso minutos urgando en mi cartera hasta que por arte de magia aparecen.
Soy terrible manteniendo orden con mis cd´s y dvd´s. A veces andan en algún rincón de la casa, desprotegidos, rayándose. A veces están guardados en estuches equivocados. A veces no andan por ningún lado. A veces me siento sobre ellos.
Tengo un closet sólo de abrigos y chaquetas. Tengo ropa interior que no me he estrenado y no por eso dejo de seguir comprando. No puedo no comprarme algo si paso por cualquiera de esas tiendas con nombres que son sinónimo de caro. Mentira, sí puedo, pero eventualmente regresaré a comprar lo que sea que llama mi atención. Así como hice hoy con una camisa roja que usaré el 24 de diciembre, porque como conté en un post anterior, me reconcilio con el rojo, siempre y cuando no le vea la cara a Chávez.
En las últimas semanas de cada semestre, mi cerebro se achicharra y se me olvida el Español. O a veces sucede lo contrario, se me cruzan los cables y no puedo hablar más Inglés, aunque quiera, termino hablándole involuntariamente en Español a mis profesores y comprañeros asiáticos. También en esta época de final de semestre, mi apariencia física se empobrece notablemente. Mis ojeras se acentúan; mi cabello se descontrola, adquiere vida propia, se revela; mi horario se arruina, como de noche, duermo...bueno, no duermo; no tiendo la cama; se forman montañas de platos por fregar en mi cocina.
Muchas veces pretendo que estoy hablando por teléfono o escuchando música para evitar a alguien con quien no quiero hablar. A veces he caminado de más y manejado de más sólo para no ver a alguien, porque me da demasiado fastidio estar escuchando a alguien que me parece aburrido o sencillamente tonto. Prefiero gastar más gasolina, ejercitar un poco más mis piernas, o tener una cuenta de teléfono más elevada.
A veces espero cosas de la gente que no debería esperar. Simplemente porque no todo el mundo es como yo, ni piensa como yo. Entonces, no debo dar por sentado que los demás piensan y por ende, actuarán como yo. Por eso me gusta, bueno, no es que me guste, pero a veces, en ciertas circunstancias, prefiero esperar lo peor, para luego, sorprenderme. No me gusta dar nada por sentado.
Siempre voy a pensar que estoy gorda, siempre voy a decir que tengo que perder peso, siempre contaré las calorías de la comida.
No puedo dormirme si no tengo el televisor prendido. NECESITO estar viendo y escuchando algo, últimamente es Jay Leno o Conan. No puedo decir “me voy a dormir” y apagar el televisor.
No puedo despertarme a la 1 de la tarde y almorzar. No puedo meterme un pedazo de carne al estómago si antes no he tomado café y comido aunque sea un mini desayuno. Necesito en primer lugar la dosis requerida de cafeína matutina.
Puedo llegar a ser cursi. No ridículamente cursi, sólo un poco cursi. Eso si, nunca en público porque siento profundo respeto por el estómago de los demás.
Me gustan las rosas azules. Hace poco me enteré de que son símbolo de fidelidad.
Me gustan las bufandas.
No me interesa aprender a cocinar. Sé cocinar algunas cosas, pero no me produce ningún tipo de emoción comprarme un libro de recetas. Prefiero dormir. Probablemente algún día tenga que aprender.
No me gusta la cerveza. Me gusta el vino. Me gusta el agua.
Me gusta dormir con por lo menos 2 almohadas.
Me gusta observar a la gente en el tren e imaginarme de dónde vienen, para dónde van, quiénes son y cuáles son sus secretos más oscuros. Me gusta cerrar los ojos cuando viene llegando el tren y sentir la brisa que produce su movimiento.
Voy tomando agua y dejando las botellas regadas. En algún momento las recojo todas y las boto, sólo para que luego vuelvan a acumularse.
Me gusta verte cuando no sabes que te veo. Me gusta observarte cuando ríes. Me gusta verte cuando lees.
La única circunstancia en la que me gusta limpiar es cuando sé que vas a venir. Me gusta cuando me haces reir. Me gusta cuando me sorprendes. Me gusta sorprenderte. Me gusta hacer cosas nuevas contigo.
¿Todavía me amas?
Soy un desastre con mi blackberry. Lo he tirado al piso desde alturas bastante respetables. Lo he perdido decenas de veces. He perdido su forro protector y por ende también se ensucia. Siempre está tirado en algún lugar de mi cartera...o de mi casa. Frecuentemente tengo que llamarme desde otro teléfono para que repique y así poder encontrarlo guiada por mi oido. Recuerdo una vez que perdí el celular y no tenía teléfono fijo para llamarme, así que hice que mi mamá me llamara al celular desde Venezuela como tres veces para poder encontrarlo.
Soy aún peor con las llaves. Llaves de lo que sea: del carro, la casa...bueno, eso, del carro y la casa. Se me pierden, las confundo. A la hora de montarme en el carro paso minutos urgando en mi cartera hasta que por arte de magia aparecen.
Soy terrible manteniendo orden con mis cd´s y dvd´s. A veces andan en algún rincón de la casa, desprotegidos, rayándose. A veces están guardados en estuches equivocados. A veces no andan por ningún lado. A veces me siento sobre ellos.
Tengo un closet sólo de abrigos y chaquetas. Tengo ropa interior que no me he estrenado y no por eso dejo de seguir comprando. No puedo no comprarme algo si paso por cualquiera de esas tiendas con nombres que son sinónimo de caro. Mentira, sí puedo, pero eventualmente regresaré a comprar lo que sea que llama mi atención. Así como hice hoy con una camisa roja que usaré el 24 de diciembre, porque como conté en un post anterior, me reconcilio con el rojo, siempre y cuando no le vea la cara a Chávez.
En las últimas semanas de cada semestre, mi cerebro se achicharra y se me olvida el Español. O a veces sucede lo contrario, se me cruzan los cables y no puedo hablar más Inglés, aunque quiera, termino hablándole involuntariamente en Español a mis profesores y comprañeros asiáticos. También en esta época de final de semestre, mi apariencia física se empobrece notablemente. Mis ojeras se acentúan; mi cabello se descontrola, adquiere vida propia, se revela; mi horario se arruina, como de noche, duermo...bueno, no duermo; no tiendo la cama; se forman montañas de platos por fregar en mi cocina.
Muchas veces pretendo que estoy hablando por teléfono o escuchando música para evitar a alguien con quien no quiero hablar. A veces he caminado de más y manejado de más sólo para no ver a alguien, porque me da demasiado fastidio estar escuchando a alguien que me parece aburrido o sencillamente tonto. Prefiero gastar más gasolina, ejercitar un poco más mis piernas, o tener una cuenta de teléfono más elevada.
A veces espero cosas de la gente que no debería esperar. Simplemente porque no todo el mundo es como yo, ni piensa como yo. Entonces, no debo dar por sentado que los demás piensan y por ende, actuarán como yo. Por eso me gusta, bueno, no es que me guste, pero a veces, en ciertas circunstancias, prefiero esperar lo peor, para luego, sorprenderme. No me gusta dar nada por sentado.
Siempre voy a pensar que estoy gorda, siempre voy a decir que tengo que perder peso, siempre contaré las calorías de la comida.
No puedo dormirme si no tengo el televisor prendido. NECESITO estar viendo y escuchando algo, últimamente es Jay Leno o Conan. No puedo decir “me voy a dormir” y apagar el televisor.
No puedo despertarme a la 1 de la tarde y almorzar. No puedo meterme un pedazo de carne al estómago si antes no he tomado café y comido aunque sea un mini desayuno. Necesito en primer lugar la dosis requerida de cafeína matutina.
Puedo llegar a ser cursi. No ridículamente cursi, sólo un poco cursi. Eso si, nunca en público porque siento profundo respeto por el estómago de los demás.
Me gustan las rosas azules. Hace poco me enteré de que son símbolo de fidelidad.
Me gustan las bufandas.
No me interesa aprender a cocinar. Sé cocinar algunas cosas, pero no me produce ningún tipo de emoción comprarme un libro de recetas. Prefiero dormir. Probablemente algún día tenga que aprender.
No me gusta la cerveza. Me gusta el vino. Me gusta el agua.
Me gusta dormir con por lo menos 2 almohadas.
Me gusta observar a la gente en el tren e imaginarme de dónde vienen, para dónde van, quiénes son y cuáles son sus secretos más oscuros. Me gusta cerrar los ojos cuando viene llegando el tren y sentir la brisa que produce su movimiento.
Voy tomando agua y dejando las botellas regadas. En algún momento las recojo todas y las boto, sólo para que luego vuelvan a acumularse.
Me gusta verte cuando no sabes que te veo. Me gusta observarte cuando ríes. Me gusta verte cuando lees.
La única circunstancia en la que me gusta limpiar es cuando sé que vas a venir. Me gusta cuando me haces reir. Me gusta cuando me sorprendes. Me gusta sorprenderte. Me gusta hacer cosas nuevas contigo.
¿Todavía me amas?
jueves, 11 de diciembre de 2008
Yo y mi nuevo apartamento
El final de semestre siempre es intenso, impredecible y agotador. Hoy me he tomado una pequeña pausa para saciar mi necesidad de teclear por un rato mi nueva Mac Book Pro con Final Cut Pro 6, y Final Cut Studio 2 recien instalados. Sobre la mesa, una taza con cereal va llenando poco a poco mi hambriento estómago, y una manta azul celeste me empieza a quitar el frío, a falta de tus manos calienticas que hacen que me sienta a salvo, hasta de frío.
Como decía, el final de semestre es como una inyección de adrenalina con mucha cafeína. Durante dos semanas ya estoy programada para no dormir, comer cuando me acuerde, acumular ropa sucia, convivir con mis grandes ojeras y gastar el doble o triple de dinero en el caro café de Starbucks. Sin embargo, este final de semestre ha sido, sin duda, diferente a los demás, porque entre otras cosas, tengo una Mac y escribo este post desde un nuevo apartamento.
Cuando llegué a San Francisco hace un año y medio, pensé que viviría siempre, o al menos los tres años que dura mi Master, en el mismo apartamento, pero no, me pelé. Uno nunca sabe cuándo se va a encontrar con algún vecino desquiciado, desequilibrado, temperamental y violento que no entiende que si en este país las construcciones fueran de concreto, uno no viviría escuchando las pisadas de los demás.
Pues a mí me tocó lidiar con semejante ser. Un hombre que me fregó la vida por cuatro meses. Caminar de puntillas en un apartamento por el cual pagas muchos, muchos dólares, no es la forma más ideal de vivir. Varias veces reconoció que había actuado de forma violenta e irracional, y lo mejor que pudo decir fue: "I'm sorry, I'm Puertorican". What the hell???!!! Después nos preguntamos porqué a los latinos nos meten todos en un mismo saco.
El hecho es que estoy en un lugar mucho mejor, nuevo, bellísimo y con un gran gimnasio a mi entera disposición y no tener así ninguna excusa para el sedentarismo. Me encanta mi nuevo apartamento, es perfecto para dormir los domingos hasta la una de la tarde, es perfecto para estar en pijama todo el día navegando por internet, es perfecto para desarrollar guiones, también es perfecto para estudiar cada centímetro de mi cuerpo, pues tiene dos grandes espejos. Es perfecto para comer cereal en las noches, cubriéndome con una manta que me da calor, mientras escribo en mi computadora y escucho soundtracks de mis películas favoritas.
Peligros de vivir en mi nuevo apartamento:
1. El estacionamiento es muy grande. Todo es muy grande. Sé que pronto me voy a perder.
2. El Bart queda sumamente cerca, así que camino todos los días hasta la estación. Para llegar a mi estación debo atravesar un atractivo, imponente y tentador centro comercial con Forever 21, Sephora y Victoria´s Secret incluídos. Peligro...
Como decía, el final de semestre es como una inyección de adrenalina con mucha cafeína. Durante dos semanas ya estoy programada para no dormir, comer cuando me acuerde, acumular ropa sucia, convivir con mis grandes ojeras y gastar el doble o triple de dinero en el caro café de Starbucks. Sin embargo, este final de semestre ha sido, sin duda, diferente a los demás, porque entre otras cosas, tengo una Mac y escribo este post desde un nuevo apartamento.
Cuando llegué a San Francisco hace un año y medio, pensé que viviría siempre, o al menos los tres años que dura mi Master, en el mismo apartamento, pero no, me pelé. Uno nunca sabe cuándo se va a encontrar con algún vecino desquiciado, desequilibrado, temperamental y violento que no entiende que si en este país las construcciones fueran de concreto, uno no viviría escuchando las pisadas de los demás.
Pues a mí me tocó lidiar con semejante ser. Un hombre que me fregó la vida por cuatro meses. Caminar de puntillas en un apartamento por el cual pagas muchos, muchos dólares, no es la forma más ideal de vivir. Varias veces reconoció que había actuado de forma violenta e irracional, y lo mejor que pudo decir fue: "I'm sorry, I'm Puertorican". What the hell???!!! Después nos preguntamos porqué a los latinos nos meten todos en un mismo saco.
El hecho es que estoy en un lugar mucho mejor, nuevo, bellísimo y con un gran gimnasio a mi entera disposición y no tener así ninguna excusa para el sedentarismo. Me encanta mi nuevo apartamento, es perfecto para dormir los domingos hasta la una de la tarde, es perfecto para estar en pijama todo el día navegando por internet, es perfecto para desarrollar guiones, también es perfecto para estudiar cada centímetro de mi cuerpo, pues tiene dos grandes espejos. Es perfecto para comer cereal en las noches, cubriéndome con una manta que me da calor, mientras escribo en mi computadora y escucho soundtracks de mis películas favoritas.
Peligros de vivir en mi nuevo apartamento:
1. El estacionamiento es muy grande. Todo es muy grande. Sé que pronto me voy a perder.
2. El Bart queda sumamente cerca, así que camino todos los días hasta la estación. Para llegar a mi estación debo atravesar un atractivo, imponente y tentador centro comercial con Forever 21, Sephora y Victoria´s Secret incluídos. Peligro...
martes, 9 de diciembre de 2008
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