lunes, 21 de septiembre de 2009

Repeticiones diarias.

Camino. Estoy cansada. Me siento en un banco en el medio de la ciudad. Necesito tomarme un momento. Parar. El sol me quema la cara y las manos. Se me pierde la mirada y recuerdo lo que le dije ayer a una persona muy amada: "Tú piensas en función de los demás. Piensas en ellos antes de pensar en ti. Te preocupas por los demás antes de preocuparte por ti. Piensas en las cosas que puedes hacer para hacer felices a los demás, antes de pensar en qué es lo que te hace feliz a ti". 

Luego, cuando nos damos cuenta de que los demás (por más que nos amen) no piensan de la misma manera, que ellos sí ven primero por ellos y luego por el resto, que ellos sí anteponen sus necesidades a las de los otros, que ellos sí piensan en lo que los hace sentir bien antes de pensar en lo que hace sentir bien a los demás, duele. Duele porque es una persona que amas, por quien tú ponías tus deseos on hold, sólo para satisfacer los suyos. O quizás no te olvidabas completamente de ti, pero nunca estabas en primer lugar. 

Error. Ve primero por ti. Piensa primero en ti, en lo que te provoca a ti y en lo que no te da la gana de hacer. Después piensa en los demás. Si los intereses, los deseos y las ganas confluyen, bien. Sino, nunca decidas olvidarte de ti. Porque los demás no se olvidarán de ellos.

Todos deberíamos pensar en esto con frecuencia, porque fácilmente se olvida. Y luego, el recordatorio, no es agradable. 

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