lunes, 10 de diciembre de 2007

Zara y John



Zara se encontró de pronto en ese viejo muelle donde iba cuando era niña. No sabía cómo había llegado ahí, pero ahí estaba. Su cabello suelto se movía constantemente por el frío viento; sus labios temblaban al igual que sus piernas; sus verdes ojos lloraban involuntariamente. Zara bajó la mirada, sus muñecas estaban vendadas. Lentamente retiró las vendas y pudo ver las marcas que dejó en ella uno de los días más tristes de su vida.

De pronto empezó a recordar otros momentos, momentos felices. Él siempre la hacía sonreir, siempre la hacía ver el mundo de colores, siempre le cantaba, siempre la abrazaba en las noches, siempre respiraba su aliento. Cuando estaban juntos todo era como de mentira, todo era perfecto. El amor de John por Zara era distinto. No siempre le decía que la amaba pero podía dar su vida por ella en cualquier momento sin pensarlo. Ella sentía que cuando estaba con él nada malo podría pasarle. Sabía que nadie la cuidaría y la protegería como él. Podían pasar una noche entera hablando de cualquier cosa, o una noche entera contemplándose sin decir una palabra. Zara recordaba sus paseos a ese lugar que sólo ellos conocían. Ese lugar en medio de la playa y de las montañas. Ese lugar oscuro en medio del sol. Ese lugar en donde nadie los veía, pero ellos veían a todos.

Zara siente con sus dedos sus cicatrices que aún duelen. Eleva la mirada, ve a su alrededor y se encuentra perdida. Ya no sabe dónde está. El viejo muelle parece haberse desvanecido. El frío arrecia y ella sólo tiene un ligero abrigo. Ella lo necesita, pero no sabe dónde encontrarlo. Empieza a correr sin rumbo. Las miradas de los desconocidos a su alrededor la condenan. Se siente extraviada.

De pronto ve ese edificio blanco y sin saber porqué decide entrar. Como si algo o alguien la estuviera guiando, Zara sube apresuradamente las escaleras hasta el piso 7. De nuevo se encuentra con todos esos hombres de traje blanco y esas mujeres uniformadas que la saludan, pero ella no sabe quiénes son. Zara se oculta en una de las esquinas de este frío edificio que parece conocer a la perfección, pero no logra recordar. Se lleva las manos a la cabeza y trata de pensar sólo en su rostro...Dónde está John? Qué hace ella aquí? Por qué está ahí?

Abre los ojos y se levanta con la certeza de que lo verá en pocos segundos, aunque no supiera dónde estaba. Da unos pocos pasos y se encuentra con esa puerta que parece atraerla con una fuerza inexplicable. Poco a poco acerca su mano y la empuja. Zara está adentro. Ahora todo es diferente. En un segundo sabe que su habitación era la 714. Decide entrar, pero ya no es ella la que está acostada, conectada a una máquina que la mantiene con vida. Ahora es otra persona. Otra historia. Otro sufrimiento.

Lentamente cierra la puerta e inmediatamente mira hacia su derecha. La puerta de la habitación 715 está abierta. Zara entra lentamente sabiendo que en el interior lo encontrará. Y lo encontró. John está acostado, al lado de una máquina igual a la que ella tenía. Se le acerca y toma su mano. En ese momento se da cuenta. En ese momento lo sabe. Siempre estuvieron uno al lado del otro y aunque siempre sus ojos cerrados estaban, ellos se veían todo el día, todos los días. Hasta que ella despertó...y ahora era ella quien lo veía.
“Gracias”, le susurra Zara a John al oído. John abre los ojos, haciendo un gran esfuerzo le sonríe y los vuelve a cerrar. Ella sale de la habitación y deja la puerta como la encontró.

Zara camina por el largo, silencioso y congelado pasillo de este edificio, ahora un poco más calmada, aunque inmensamente triste. A la distancia escucha alarmas en la habitación de John. Hombres y mujeres entran. No pueden salvarlo, él ya puede irse.

John y Zara fueron felices en medio de cuatro paredes. Nunca se vieron, pero siempre se vieron. Nunca se tocaron, pero hicieron el amor todos los días. Nunca se levantaron al mismo tiempo, pero caminaban tomados de la mano por los rincones más hermosos, y siempre tenían un lugar oscuro en medio del sol para ocultarse del mundo.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Wow Tany, de verdad que me has dejado como pocas veces quedo en el cine después de ver una película de esas que lo inmovolizan a uno. Bravo chamita, no dejes de escribir y no dejes compartir esas historias hermosas.

Te mando un beso!

Anónimo dijo...

Mira y porqué tu no diriges esta historia? Apuesto a que ya existe un guión. Me gustaría ver esto en imágenes, Tany. Y estoy seguro de que tú le darías un toque muy especial.

Anónimo dijo...

Are you sure you're a director? Because you look like a movie star. You must get that all the time. Stop hiding yourself behind those big, beautiful, attractive glasses. The rest of the world wants to see you. Will you let them?

Anónimo dijo...

Tanyyyyyyyy no puedo contigo y tus letras que me tumban de la silla. Cada vez me sorprendo más de tí. Sabes, yo siempre me he preguntado qué siente realmente la gente que está en coma. Ese ha sido siempre un tema que me ha llamado la atención. Yo pienso que algo debe pasar, algo tiene que suceder...

Me dejas sin palabras...triste pero con una extraña sensación de bienestar...sé que te gustan los bittersweet endings y vaya, este es uno. Porfa no dejes de escribir.

Un beso. Te quiero.

Anónimo dijo...

Chama, por qué siempre nos haces esto? Quiero llorar :(

Manuel De Oliveira dijo...

Yo también me lo pregunto, ¿qué se sentirá? But i don't wanna find out! lol

So sad, again (muy bueno)

zara dijo...

Acabo de empezar a leer esta historia...me he metido porque me llamo Zara Caro Bravo y he llegado hasta aquí.Solo he leido el principio y cuando he leido de que Zara tenia los ojos verdes me ha sorprendido,muchas cosas parecidas a mi eejjeej bueno tendre que acabar de leerlo.Un beso muy fuerte,y fenomenal todo.