lunes, 30 de junio de 2008

Venezuela cae al vacío

Estoy en el aeropuerto de Maiquetía, esperando mi hora de embarque. Mis días en Venezuela transcurren con una rapidez impresionante. Estoy en esta computadora, a mi derecha tengo tres aviones y mientras tanto pienso en lo bajo que hemos caído como país. Recuerdo que hace pocos minutos estuve parada 30 minutos en una cola, esperando a que los trabajadores de la aerolínea les diera la gana de empezar a chequear a los pasajeros. El hecho de que la fila fuera cada vez más y más larga, no les afectaba en lo más mínimo. Ellos tenían su pequeña reunión particular, hablaban, reían, se estiraban, luego volteaban, veían la fila de pasajeros que esperábamos el chequeo y decían: “en un ratico los chequeamos”. Porque una vez más, la gente en este país cree que cuando trabajan te hacen un favor.

Pienso en que hace un poco menos de dos semanas me desperté a las 6 de la mañana para darme cuenta de que a mi carro le habían reventado uno de los vidrios de pasajeros y le habían robado la batería. Pienso en que en Maracay en muchacho de 25 años fue asesinado de un tiro en el ojo porque no le dio paso a un carro, cosa que no le dejó otra opción al otro conductor sino sacar una pistola y matarlo.

Dios…¿en qué se ha convertido Venezuela?

El fin de semana pasado fui a La Colonia Tovar y la subida de El Junquito da pena, dolor y sobre todo miedo. ¡Qué bajo hemos caído! No es sólo la basura, no es sólo la pobreza extrema, lo más grave de todo es lo que el venezolano tiene dentro de la cabeza. Cayó la noche y por supuesto no hay ni un poste de luz en la carretera, ¡ni uno!, todos los ojos de gato se los han robado, ¡qué precariedad! Siento pena por este país, siento pena por la gente que empieza el día pendiente de dónde va a comprar la caja de cerveza, pena por la gente que no tiene la decencia de responder un “Buenos Días”, para eso no hace falta ir a la universidad.

La verdad es que me siento mal. Qué dolor ver cómo Venezuela cae al vacío.

lunes, 16 de junio de 2008

Venezuela se pudre

Este post lo escribo con rabia, muchísima rabia y sintiendo una gran tristeza por ver como ahora sí, mi país se cae a pedazos. Por primera vez en el año que llevo viviendo en el extranjero, me siento mal en Caracas. De no ser por la gente que quiero que vive aquí y que necesito ver, yo no estaría aquí. Quizás hacía falta ausentarme un poco, respirar un poco otro aire, malacostumbrarme a caminar por la calle a la hora que sea sin temor a ser apuntada con una pistola, o a llegar a casa a la hora que sea con la tranquilidad de saberme segura, para darme cuenta, realmente, de que no quiero echar raíces en este país.

Yo quiero formar una familia y que mis hijos puedan estar en un parque corriendo, felices, que puedan llegar caminando a casa, o en bici mejor, más divertido, y yo sentirme tranquila. Quiero poder ir al cine a las 12 de la noche si me da la gana, sin tener que fijarme que nadie me venga siguiendo cuando vaya llegando, quiero caminar por una ciudad limpia y segura, y yo eso no lo voy a lograr en Veneuela.

Me da rabia tener que despedirme de mi novio a las 8:30 pm ó máximo a las 8:45 porque ninguno de los dos quiere llegar a casa tarde. Me da rabia llegar al edificio con mil ojos, asegurándome de que no haya nadie extraño afuera... o adentro, JA!

Un país en el que la gente maneja a 110 por el ombrillo se cae a pedazos. Un país en el que los conductores tienen en una mano el volante y en otra la botella de cerveza, se cae a pedazos. Un país en el que la gente que presta un servicio cree que te hace un favor, se cae a pedazos. Un país en el que todo se mueve por palanca, donde muere más gente un fin de semana que en los países en guerra y en el que no se respetan las normas más básicas de convivencia, se cae a pedazos.

Me da muchísima rabia decirlo, pero ese país se llama Venezuela. Décadas deberán pasar para que se empiece a notar un cambio, si se empieza a trabajar hoy, y eso a mi modo de ver está muy lejos, porque aunque a Chávez lo rasquen y se lo lleven a Cuba, el problema de este país es la gente. La gente que cree que te hace un favor cuando te atiende, la gente que no le importa si hay comida, siempre y cuando haya curda, la gente que maneja a 110 por el ombrillo, la gente que lleva el rancho montado en la cabeza, así viva en La Lagunita...o en un rancho.

Yo quiero una vida tranquila y esa vida no está aquí.

lunes, 9 de junio de 2008

Invasión de tetas


Estoy en Caracas. Tenía ganas de estar aquí desde hace tiempo y por primera vez me siento diferente al resto de las veces que he venido de visita. Los motivos no los voy a exponer en este momento, pero sí señalaré algo que me ha llamado poderosamente la atención: Caracas está invadida de tetas.

Ya puedo escuchar a mucha gente diciéndome: “pero...eso no es nada nuevo, tú ya lo sabías y lo habías visto”. Sí, es verdad, pero esta vez me he estrellado con la realidad, esto es, he tenido las tetas en mi cara, me miran, se burlan de mi modesto 32-B (en estos días 34-A, creo que me crecieron un pelín), imponen su grandiosidad ante mi pequeñez y me sacan la lengua. Qué feo unas tetas con lengua.

Unas pocas horas en Sambil fue suficiente. Niñas quinceañeras, chamas de 25 años, mujeres en plena mid-life crisis y viejas cinquentonas (duras, porque estas viejas están increíblemente duras, buenas y estiradas), con tremendo par de lolas que atraen las miradas de hombres y mujeres.

Por un tiempo pensé en operármelas, luego dije que no, luego que sí, luego que no...Hay días que me levanto y pienso que mi 32-B, a veces 34-A, es perfecto. Pero hay otros en los que creo que una talla más no me haría mal. Al final creo que ganará mi miedo a ser anestesiada y mis ganas de no parecerme al 80% de las mujeres de este país.

lunes, 2 de junio de 2008

I HEART NEW YORK

Tengo mi blog un tanto abandonado. Las últimas cuatro semanas han sido bien movidas. Llegué de San Francisco a Caracas para permanecer aquí dos días y agarrar otro avión rumbo a New York. Lo sé, es un poco absurdo venir a Venezuela y volver a salir a los dos días, pero por motivos de pasajes comprados con fechas de regreso incambiables, tuvo que ser así.

Ahora estoy de regreso en Caracas, por segunda vez en menos de 3 semanas, y la verdad es que no quería venir, no quería llegar, quería quedarme a vivir en New York con mi novio, yo haciendo películas para Robert de Niro, y él conduciendo un late show, saliendo a comer a las 2 am si nos da la gana, caminando por la calle a la hora que nos de la gana...En fin, once días fue muy poquito, a pesar de que tratamos de aprovechar el tiempo al máximo, nos quedaron un montón de cosas por hacer y lugares que visitar, pero eso no es malo. Fuimos todas las veces que pudimos a Manhattan, caminamos la ciudad, vimos una obra en Broadway, fuimos a una super fiesta, fuimos a Central Park, a Six Flags, en donde el pánico de caer al vacío nos hizo gritar, tomamos cientos de fotos, comimos cosas engordantes, dormimos a horas extrañas, fuimos al Museo de Historia Natural, quisimos ir a una grabación del show de Conan O´brien, pero el programa estaba grabado por la semana, y en su lugar vimos la grabación de The Today Show, nos mojamos bajo la lluvia, nos perdimos en el Subway (aunque él dice que estábamos ubicados), tomamos mucho café de Starbucks, en fin...ninguno se quería regresar.

Es muy distinto vivir en los Estados Unidos y estar de vacaciones en los Estados Unidos. Yo pensaba que eso que uno siente cuando está de vacaciones, yo no lo sentiría más, pero no fue así. Yo estaba de vacaciones y me sentía de vacaciones. Lo único bueno de regresarme de New York fue que no tuve que despedirme de mi novio, porque lo que pasa generalmente es que se acaban unas vacaciones y viene la triste y amarga despedida, pero esta vez no fue así, nos subimos juntos al avión, comimos esa comida diminuta que parece de plástico que te dan en los aviones, vimos una película en la computadora, yo me dormí super cómoda, apoyadísima en él y yo sé que él se sentía un pelín incómodo, pero no me dijo nada con tal de que yo descansara. En fin, fue nuestro primer avión juntos, nuestras primeras vacaciones juntos y fue espectacular. No quería regresar. Pero regresé, y estaré en la caótica Caracas por un buen tiempo.

Por cierto, por meses estuve antojadísima de comerme un pabellón, pero por meses. En cuanto llegué a Caracas, lo hice, me lo comí. Qué significa cuando estás antojadísimo por comerte un plato de tu tierra natal y cuando finalmente lo haces te destruye el estómago?