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domingo, 19 de octubre de 2008

Hambrienta de romanticismo.

Es domingo a las 5:30 de la tarde en San Francisco. La temperatura es de 55 grados Farenheit, los vientos son de 25 millas por hora y el cielo está bastante nublado. Abro las persianas de mi sala y disfruto de una vista que de alguna manera me da tranquilidad. Desde mi gran balcón observo un inmenso árbol con grandes ramas que en esta época del año empiezan a caer en un piso que es como una gran alfombra verde sobre la cual quiero acostarme a ver pasar las nubes.

La puerta de mi balcón es de vidrio, no la abro porque hace mucho frío, pero dejo las persianas abiertas para apreciar todo el verde que hay afuera. Me siento en mi cómodo mueble y simplemente lo observo todo. Tomo uno de mis libros de la universidad y empiezo a leer sobre las propiedades físicas del sonido y sobre las condiciones necesarias para que exista el sonido. De pronto me encuentro en medio de una discertación científica y filosófica. ¿Es posible que exista el sonido sin un elemento conciente que lo perciba? Si una hoja cae en el medio de un solitario bosque y no hay nadie ahí para escucharlo, ¿existió ese sonido?

Avanzo en mi lectura y caigo en cuenta de uno de los engaños más grandes en la historia de la humanidad: la secuencia con la que empieza Star Wars. Estamos en el espacio y de pronto esa gigantesca nave pasa por encima de nuestras cabezas. El Star Destroyer es imponente, infunde cierto temor y el sonido que produce es elemental para conseguir tal efecto, pero es completemente ilógico e inverosímil. Tal sonido contradice las leyes de la física y revela lo poco que entendemos los directores de cine sobre la naturaleza. El arte es una mentira que revela la verdad. Lo siento, fanáticos de Star Wars.

Me detengo en mi lectura sólo para observar mi gran árbol del otro lado de mi balcón. De pronto, otra idea viene a mi cabeza: el Efecto Kuleshov. El Efecto Kuleshov se refiere a la forma como nuestro cerebro organiza y le da significado a determinadas imágenes, dependiendo del contexto que las rodea. Entonces, una misma imagen puede ser interpretada de diferente manera en relación con las imágenes que la anteceden y le siguen.

Si en una película vemos una toma de mi hermoso jardín y seguidamente aparezco yo, sola, en la sala de mi casa, con un libro en las manos, un domigno por la tarde, en pijama, el resultado es un panorama desolador: chica de veintitantos sin nada mejor que hacer que pasar un domingo sola en la sala de su casa; probabilidades de depresión: de moderada a alta; estado civil: soltera o distanciada (en mi caso, físicamente del sujeto de mi afecto), botellas de vino en casa: de 3 a 5 (probablemente todas vacías); tazas de café tomadas: 4; ganas de bañarse: cero.

Si tomamos la misma imagen de mi árbol y la alternamos con una toma de la misma chica acompañada por un joven, la situación cambia drásticamente. Están los dos acostados en el mismo mueble, están abrazados, tienen abierto el mismo libro y se cubren del frío con una pequeña manta. Resultado: romance genuino y puro. Condiciones favorables para abrir una botella de vino, tomar chocolate caliente, escuchar música suave, prender unas velas y acurrucarse.

A algunas mujeres les cuesta admitir que necesitan una cierta dosis de romanticismo en sus vidas. Yo soy lo suficientemente valiente como para aceptarlo, aunque no lo ando gritando. Hoy, domingo ahora lluvioso en San Francisco, me siento lo bastante osada para decirlo: necesito romance.

Al fin y al cabo, ¿quién no?

jueves, 18 de septiembre de 2008

Todavía pasa

Hoy estaba montada en el autobus de la universidad que me llevaría de regreso a New Montgomery. Eran las 6:30 de la tarde, hacía frío, y estaba algo cansada luego de haber finalizado mi clase de Cinematografía 2. Me subí al bus que estaba reventado de gente, y en ese momento ocurrió algo que yo pensaba ya no pasaba: me ofrecieron un puesto. Un muchacho de 28 años, que vendría quizás igual de cansado que yo, me ofreció su puesto. Yo le pregunté: “estás seguro?”, y él me dijo: “absolutamente”. Wow...yo creía que esas cosas ya no pasaban. Además de mi novio, que siempre me abre las puertas, me da el mejor puesto y no deja que cargue nada pesado, tenía muchísimo sin que nadie me hiciera un ofrecimiento semejante.

Luego nos pusimos a hablar un poco y conocí algunas cosas de él. Se llama Mark, es de Chicago, está en su tercer semestre y quiere invitar a salir a Katheline, una muchacha de 27 años que está en su clase. Yo me atreví a darle un consejo, le dije: “Mark, just forget about teddy bears, chocolate and expensive dinners, offer her a seat, just keep being a gentleman and you’ll get it. That is romance”.

Todavía pasa. What do you know?

viernes, 2 de noviembre de 2007

Mi primer temblor



Una de las primeras cosas que dije cuando supe que me venía a estudiar cine en San Francisco fue:

- Demonios, los temblores.

En el Sur de California tiembla miles de veces al año, y contrario a lo que mucha gente piensa, casi ninguno de estos movimientos ocurre sobre la Falla de San Andrés. El último terremoto significativo sobre esta falla ocurrió en 1857 (yo al principio le tenía miedo a la falla de San Andrés, pero parece que a medida que te le acercas te das cuenta de que no es tan peligrosa). Muchos expertos dicen que la falla de San Andrés está acumulando energías para un golpe futuro, no tan lejano. Eso me da miedo. San Andrés will strike again y yo aquí solita... :(

Cuando tienes que presentar un examen de Filosofía nunca se siente que uno ha terminado de estudiar. Siempre falta algo. Siempre hay algo más. Nietzsche, Freud, Marx, Hegel y Kant me han acompañado día y noche durante los últimos meses. Tenía mi taza de café sobre la mesa y unos diez libros abiertos. De repente un sonido. Al principio pensaba que era algún vecino haciendo ruido en su casa. Pero luego, un movimiento acompañaba al sonido. Inmediatamente miré a mi papá, que estaba sentado en frente de mí. Mi mamá escribiendo en la computadora dijo: “Ay, un temblorcito”. Un temblorcito????? Mamá, por Diossssssss! Vaya aplomo! Vaya calma! Fueron 20 segundos que sentí como una eternidad. No pasó nada malo...menos mal. Sólo fue un gran susto. Y por supuesto nadie le paró, las personas no salen de las casas, todo sigue normal...increíble.

A los pocos minutos ya estaba en las noticias. El epicentro había sido en San José. Un temblor de 5.6 grados y 50 segundos...totalmente respetable. Pero como no hubo heridos (menos mal), ni grandes daños físicos, entonces en canales como NBC y ABC se veían cosas así:

Ancla en estudio hace el paso a reportero que está en la calle. Reportero: “nos encontramos aquí en la esquina de bla y bla, justo en frente de esta libreria, en donde las cámaras de seguridad pudieron captar cómo durante el temblor algunos objetos como libros se caían de sus estantes”. Corte a video de cámara de seguridad con el siguiente insert: “libros cayéndose en San José”

Vaya... los libros se estaban cayendo, no tengo más nada que decir.

domingo, 14 de octubre de 2007

Lo que veo

Never leave home without a camera in your hands.








sábado, 13 de octubre de 2007

El primer día

El despertador sonó a las seis de la mañana, pero logré levantarme veinte minutos después. Hacía frío. A esa hora San Francisco es una ciudad fría y borrosa. Tres dólares y quince centavos para montarme por veinte minutos en el Bart y bajarme en la estación de Montgomery. Recordé mi primer día de clases en la Ucab, hace ya un tiempo.

El semestre de verano es corto, así que preferí empezar con una clase: Directing Actors for Motion Pictures.

Para mí siempre ha sido un poco incómodo entrar a un salón el primer día de clase. Lo fue en la Católica, recuerdo que quienes son hoy mis mejores amigos, pensaban que era una tipa creída. Lo fue en New York cuando todos los estudiantes esperábamos en un pequeño cuarto a que nos llamaran por nombre para hacernos una entrevista. Y lo fue aquí también.

El salón era grande. De hecho, eran varios sets en el mismo lugar. Éramos pocas personas. Tres muchachos, uno de ellos me recordó muchísimo a los muñequitos gothic style de South Park, una chica y yo. Todo en silencio. A las ocho y treinta en punto entró un hombre no muy alto, blanco, de ojos verdes, con jeans, gorra hacia atrás y lentes de sol. “Good morning, kids. I´m your teacher. I´m supposed to teach this class. My name is Andy Ruben” (Ja, funny coincidence, I thought)

Andy es un hombre ya entrado en sus 50, aunque no parece. Dos cosas me llamaron la atención de este hombre: su cabello (largo, casi hasta la cintura, blanco hasta más o menos las orejas y a partir de ahí castaño muy oscuro) y su increíble parecido a Ed Harris, yo podría pensar que es su hermano gemelo.

Andy es un tipo con una gran experiencia en la industria cinematográfica. Los mejores profesores para mí son los que no creen tener la verdad en sus manos y los que te enseñan contándote lo que les ha tocado vivir en el trabajo, en este caso en el set.

Para mí era todo un acontecimiento. No importa lo alta que haya sido tu nota en el TOEFL, el miedito por estar iniciando algo tan grande, en un idioma que no es el tuyo, siempre intimida un poco. Pero cuando el primer día de clases tu profesor tiene problemas para escribir correctamente la palabra “aesthetics” en el pizarrón, tú sabes que inevitablemente todo va a estar bien.

“Oh, my God, I’m a writer and I can’t write” A partir de ese momento todo fue más sencillo.

Otras frases inolvidables de mis profesores en un primer día de clases:

“Guys, please don’t mix drugs and alcohol with film”
“No matter how hard you try, getting high is not gonna do it”

That’s pure gold.

Irse es como raro...

Al principio se sentía como unas típicas vacaciones. Hasta que los días no dejaban de pasar y me dí cuenta de que esta vez no iba a regresar.

Tanto tiempo planeándolo, tanto tiempo esperándolo, tanto tiempo cruzando los dedos y finalmente cuando pasa, lo menos que puedo decir es que irse es como raro.

Extraño a mi familia y a mis amigos, a la gente que quiero. Extraño mi casa, mi cuarto, mis muebles, mis cosas... Estar en mi apartamento era para mí lo máximo. A veces me pasaba los domingos en casa, sola. Me levantaba tarde, veía un par de buenas películas, leía, hacía ejercicios, me limpiaba mi cara (siempre probaba alguna nueva crema, preferiblemente con vitamina E) y disfrutaba simplemente asomándome por la ventana, con una taza de café en las manos.

Tanto tiempo esperando por esto y cuando finalmente llega es inevitable sentir una extraña melancolía cada vez que veo alguna foto, o cada vez que escucho alguna voz. A veces me pregunto: ¿qué es lo que realmente me espera?, ¿hacia dónde va mi vida?.

San Francisco es una ciudad espectacular. Para mí es como el little-gay New York´s cousin. Tiene un encanto que aún estoy descubriendo. La primera caminata que hice por la ciudad fue toda una experiencia. De pronto me encontré metida en una manifestación: "Get tested for Hepatitis C". Decenas de personas, de distintas edades, colores y tamaños, concientizando a la gente. Me uní a ellos. Grité con ellos. Avancé, avancé, avancé y me topé de frente con un hombre en sus 30´s, se me arrodilló con un cartel que decía: “Help me. I´m homeless”. A su lado una paloma cojeaba (algo que jamás había visto) en la esquina un hombre tocaba el saxofón, al mismo tiempo que un muchacho vestido de abeja cruzaba la calle y una anciana con un bastón se abría paso entre la gente.

Irse es definitivamente raro...